
Se han cumplido dos años desde que tomaron posesión en el Cabildo de La Palma y
camino de cuatro años desde que la lava del volcán Tajogaite sepultara parte de la isla,
transformando el paisaje y la vida de miles de palmeros y palmeras. Dos años de
promesas, de expectativas y, lamentablemente, una lentitud desesperante en el proceso de
recuperación que clama al cielo. Es incomprensible cómo, después de tanto tiempo, la
maquinaria institucional sigue atascada, dejando a su suerte a quienes lo perdieron todo.
La reconstrucción no es solo levantar edificios; es devolver la dignidad a las personas.
Sin embargo, muchas familias aún no han recibido el dinero prometido, ese salvavidas
anunciado a bombo y platillo para aliviar su dramática situación. ¿Dónde quedó la tan
prometida agilidad en la gestión de ayudas? La burocracia se ha convertido en una barrera
insalvable, mientras la desesperación de las personas afectadas crece cada día.
A esto hay que sumar la opacidad en torno al uso de los fondos públicos destinados a la
isla. En particular, siguen sin rendirse cuentas detalladas sobre el uso del 60% del IRPF
que debía llegar para la recuperación. La ciudadanía tiene derecho a saber cómo se está
gestionando cada euro comprometido. La falta de transparencia solo alimenta la
desconfianza y una sensación creciente de abandono institucional.
El caso del CIALP (Consejo Insular de Aguas de La Palma) es otro ejemplo preocupante
de esta misma falta de claridad. Sus decisiones, que afectan directamente a un recurso
vital como el agua, se perciben como opacas y generan dudas legítimas entre la población.
En este contexto, la insistencia en instalar desaladoras en la isla resulta como mínimo
cuestionable. A día de hoy, no hay un diagnóstico público y compartido que justifique su
necesidad urgente. Esta iniciativa parece diseñada para favorecer intereses particulares
vinculados al negocio del agua, lo que podría suponer un incremento injustificado en su
coste para la ciudadanía palmera. Cualquier infraestructura de esta envergadura debe
responder al interés general y estar respaldada por datos claros y accesibles.
Mientras tanto, el Cabildo de La Palma parece más una guardería que una institución al
servicio de su gente. Las tres fuerzas que se han repartido el poder durante más de 30 años –PP, PSOE y CC– siguen enfrascadas en luchas estériles por el sillón. Sus reproches
cruzados, su falta de consenso y su incapacidad para anteponer el bienestar común a sus
intereses partidistas bloquean la reconstrucción.
La política debe ser instrumento para solucionar problemas, no para crearlos. La Palma
no necesita divisiones, necesita unidad y acción. Es hora de dejar de lado las peleas
internas y centrarse en lo esencial: acelerar la reconstrucción, garantizar que las ayudas
lleguen a quienes las necesitan, rendir cuentas sobre los fondos y proteger los recursos de
la isla con total transparencia. La paciencia se agota. La isla no puede permitirse más
demoras.
Ni siquiera la visita de los ciudadanos de la Zarzuela, con toda la pompa y el protocolo,
logró ofrecer alivio alguno. Fue una visita vacía de contenido, puramente simbólica y
diseñada para la foto. Una oportunidad perdida, especialmente al evitar que los Reyes
conocieran la realidad de quienes siguen viviendo en casas contenedor. La Palma no
necesita gestos, necesita soluciones reales.
Yonatan Lorenzo (Coordinador de IU La Palma)