Memoria de mi triple encuentro con Carrero Blanco en 1973
El 20 de Diciembre de 1973 cumplía el servicio militar en Infantería 50 destinado como soldado en la Plana Mayor del Segundo Batallón ubicado en La Isleta y por la pérdida de la prórroga por estudios al haber sido detenido por la Brigada Politico Social (BPS) y encarcelado desde el 23 de Mayo al 23 de Junio en ese mismo año.
Ese día 20 de Diciembre nos tenía expectantes a algunos soldados represaliados y coincidentes en algunos acuartelamientos de la Isleta dada la trascendencia que para los demócratas suponía que ese día se diera el inicio del Juicio del llamado “Proceso 1001” contra la dirección de Comisiones Obreras y cuya repercusión internacional era evidente.
Era un día soleado en la ciudad de Las Palmas y se aventuraba distinto para la rutina de un soldado controlado por el Servicio de Información Militar y del que regularmente se pasaba un parte informativo al Gobierno Militar. Era consciente de que por mis antecedentes de represaliado político no iba a tener más destino en ese acuartelamiento que el de soldado e incluso contra lo expresado por el capitán de Compañia en alguna alocución a la tropa, en el cuartel no se tenían en cuenta antecedentes de ningún tipo cosa que tenía como evidente que no era así ya que personalmente no había gozado de ningún permiso, ni siquiera para asistir a algún exámen de la carrera. Incluso era evidente que los distintos servicios en Compañía que comportaban alguna ventaja para un soldado como salvarse de guardias o dias de permiso u otras concesiones, misteriosamente no eras seleccionado ni una vez ni otra para lo mismo. Por eso, aunque solo por la estatura era soldado gastador o “soldado peseta” para los desfiles, esa tarea no llevaba aparejado ningún servicio. Pero justamente el 19 de Diciembre, seguramente alguien que no fue advertido de mis antecedentes, me nombró cartero del Regimiento, servicio que tambien llevaba por unos dias a presentar la bandeja con el menú o “rancho cuartelero” ante el Teniente Coronel de Infantería 50 en su despacho.
En la mañana del 20 de Diciembre llegó la noticia al cuartel de Infantería 50, no era la referida o las consecuencias del inicio del Juicio del Proceso 1001, era el atentado contra el presidente del gobierno Almirante Luis Carrero Blanco y del que por las primeras noticias parecía que había sido grave. No era la noticia esperada para los militantes comunistas pero no dejaba de ser una inquietante noticia de la que desconocía las consecuencias. Sabía que algún atentado producido a lo largo de todo el país meses atrás, como el realizado contra una farmacia militar nos había tenido, a dos mil kilómetros del lugar de lo ocurrido, haciendo refuerzos de guardias, refuerzos de instrucción e incluso alguna prueba de “toque de generala” por eso la inquietud y curiosidad de los efectos de ese importante atentado.
Meses atrás, el 11 de Junio en el Grupo Tercero de La Prisión Provincial de Santa Cruz de Tenerife, donde cumplía condena por arresto sustitutorio de una multa gubernativa de 36.000 pesetas con otros tres camaradas en la misma situación, contemplabamos el telediario en un destartalado televisor dispuesto en el pasillo de la planta baja de las celdas, sentados en unas sillas de tijera cuando se informaba del ascenso a Presidente de Gobierno del Almirante Luis Carrero Blanco, primera vez que Franco cedía lo que acaparaba como dictador, ser Jefe de Estado y de Gobierno al mismo tiempo, quedando finalmente como Jefe de Estado y dando paso a una presidencia del consejo de ministros con Carrero Blanco lo que evidenciaba continuismo y dureza del Régimen. (…
Tras la pérdida de la prórroga por estudios dada esa detención gubernativa tenía que incorporarme con el tercer reemplazo al cuartel, Campamento de Hoya Fría, cosa que hice con dos semanas de retraso al no residir ya en La Pensión Valverde en la calle Sabino Berthelot y no poder recibir la citación de la Caja de Reclutas, por lo que la Guardia Civil la entregó en la residencia de mis padres en Córdoba. Pero lo que evitó mi inculpacción como prófugo fue que casualmente recibí esa noticia de pérdida de la prórroga al ir a solicitar una copia de certificación de buena conducta a esas oficinas de reclutamiento y para evitar una sanción tuve que firmar un documento por el que hipocritamente decía que mi intención era cumplir con el servicio militar.
Durante las instrucción militar en ese verano de 1973 y particulamente en las tediosas teóricas donde se nos enseñaba a armar y desarmar como en un mecano el fusil CETME o el Z-45, sentados en el suelo a las cuatro de la tarde. En esas teóricas, ocasionalmente el teniente coronel del Campamento aprovechaba para darnos sus recetas ideológicas, impropias ya a esa altura del tardofranquismo y con ellas incluía algunas dosis de los escritos del almirante Carrero Blanco que firmaba bajo el pseudónimo de Juan de La Cosa. Este mando militar nos advertía de que entre nosotros, los reclutas de ese reemplazo, había comunistas que intentarían ganar adeptos y que los buenos patriotas debían denunciarlos a sus mandos. El teniente coronel terminaba, ante el asombro de los reclutas que en ese momento no estaban en la clase de alfabetización, diciendo en palabras de Carrero Blanco, presidente del gobierno ya, que la tensión de las fuerzas del mal nos llevaría a una confrontación y batalla final que se jugaría en la frontera de España. Contando que en un sueño descrito por el Almirante Carrero en sus textos se le había aparecido “un judio con levita y simbolos masónicos diciéndole que en el 1939 nos echásteis de España y era hora de recuperarla.
Cinco meses después, ese 20 de Diciembre de 1973, pertrechado de mi uniforme de soldado, en esa mañana y con la inquietante información de un importangte atentado en Madrid, partimos ya como correo de Infantería 50 en dirección a Gobierno Militar para recoger las órdenes propias del día y retornar al cuartel de La Isleta. Ya en el Gobierno Militar situado en el Parque San Telmo percibimos la tensión en el interior del edificio y distintas miradas de oficiales y mandos que expresaban nerviosismo. Nuestra idea es que se ha producido un atentado y que entre otros ha afectado gravemente al Presidente del Gobierno Luis Carrero Blanco.
Nuestra rutina, era casualmente mi primera vez en aquel servicio de cartero, consistía en recoger diversas órdenes y trasladarlas a la imprenta que teníamos en Infantería 50.
Esa tarde tendríamos que distribuir esas órdenes de las guardias de oficiales por sus domicilios como un servicio de cartería. Este hecho me conduciría un nuevo desenlace en aquel día tan especial del atentado. Como no tenía conocimiento del callejero de esta ciudad de Las Palmas el conductor del Land Rover del Ejército me iba indicando en el recorrido. Pero en un momento, con la indicación de que me esperaba en la siguiente esquina le perdí de vista, no se cuanto tiempo estuve dando vueltas entre esas calles del barrio de Guanarteme mientras era cada vez más consciente de la trascendencia de lo ocurrido en Madrid en esa mañana. Finalmente opté por echarme a caminar hasta ir encontrando puntos de referencia que conocía. Cerca de las diez de esa noche avisté el arco de la puerta de Infantería 50 y ya en la entrada me dirigí al cuerpo de guardia a contar lo ocurrido. El teniente de guardía, teniente Ramos, me increpó a gritos y me mandó a mi Compañía.
En la mañana del ya día 21 de diciembre me citó el mando de mi compañía, capitán Rubio, para decirme que estaba arrestado todo el día y que no acudiera a la instrucción hasta nuevo aviso, que desde ese momento dejaba de estar de cartero y de las funciones de gastador. Sobre las 11 de la mañana, el sargento de Mayoría, del que sabía pertenecía al Servicio de Información, me citó en su despacho y allí de forma reiterada me interrogó sobre mis pasos en la tarde anterior desplegando sobre su mesa un mapa de la ciudad y sobre el recorrido que había hecho y si había contactado con distintas personas o participado en alguna algarada en esas horas. Sabía que todo aquel interrogatorio se daba por el conocimiento que dicho sargento tenía de mis antecendentes.
Tuve la clara percepción del riesgo que significaba el disparate que mantenían estos mandos de mi cuartel en referencia a alguna relación de mi persona con el atentado por el que había muerto Carrero Blanco. Lo ridículo de esa relación a más de 2.000 km y lo fácil que podía ser achacarte alguna complicidad con lo que pudo ser alguna manifestación de alegría por aquel atentado en alguna calle de Las Palmas.